domingo, 28 de agosto de 2011

Sexo, ¿mejor en verano?

“Yo no sé si a los demás les pasa lo mismo, pero a mí el calor me aplatana de una manera que no hay quien me haga hacer ningún tipo de esfuerzo físico de día, y de noche, con las que nos están cayendo por esta tierra nuestra, la cosa tampoco mejora. Claro, mi marido es de los que piensa que el verano activa las ganas de darle a la mandanga, pero yo disfruto más entre el invierno y la primavera, cuando uno se puede arrimar al otro sin abrasarse, sin tener que parar cada cinco minutos para mojar una garganta que echa espuma de la sed, tanto gemido, tanga plasta empalagosa en el paladar…”.

“Que sí, que se ven por la playa a unos tíos de gimnasio que quitan el sentío, y no se me escapa que mi Martín se relame cuando ve esos culitos aún prietos dando salticos frente a la red de voleibol. Sin embargo, fantasear no agota”.

Es curioso, querida amiga Lucía, los comentarios que haces sobre las preferencias que tu marido y tú tenéis por las estaciones a la hora del apretujamiento. Justo lo contrario a lo afirmado por mi admirado Plinio, según el cual y para su época “los hombres sienten un deseo sexual más fuerte en invierno y las mujer, por contra, en verano”. Puede que el cambio climático de entonces les ofreciera a los contemporáneos del Viejo inviernos calurosos, no sé.

El caso es que son numerosos los comentarios de los lectores sobre esta creencia, y casi todos, como Lucía, admiten que si no se trata de un calentón ‘vesubial’ les cuesta ponerse con el ‘tiqui-taca’. Concluyo pues, que en verano se liga más pero se chinga menos; o bien que chingan más los encuentros casuales que las parejas que ya se veían sus cosicas en invierno.

Sí, el calor amilana, y sí, a muchos nos gusta más el invierno-primavera-otoño para ciertas cosas, pero todo tiene solución: en invierno, la manta, y en verano el hielo, que da mucho juego, ventilador y fruta fresca para aquellos que se hayan decidido a recurrir a la gastronomía para activar todo menos el tracto intestinal. No vean lo bien que se sienta una sandía recién salida de la nevera sobre una bandeja de poros agradecidos.

Publicado en La Opinión de Murcia el 28 de agosto 2011

Sexo, cuentos y gastronomía (1)

Comer y tener relaciones sexuales son dos de los mayores placeres vitales. Es sabido que a muchos y muchas el deseo por copular se le dispara tras el postre. Esto ya lo notaron y anotaron nuestros antepasados, quienes empezaron a pensar y luego a poner en práctica sus ideas sobre la relación entre lo que se come y lo que se chinga. Y no se pueden ustedes ni imaginar la cantidad de mitos a los que prendieron mecha y que hoy siguen quemando.

Si bien es verdadero que ciertos alimentos producen un subidón de la libido a quien tiene predisposición carnal, es absolutamente falso que otros muchos comestibles tengan los efectos mágico-absurdos que se les pretende. Ya intuyen que soy una fan de Gayo Plinio Secundo, el Viejo para los amigos, nacido veintitrés años después de La Crucifixión. Este hombre, en su extensísima obra 'Historia Natural' escribió cosas como: "Excita el deseo sexual del hombre tomar a sorbos, con miel, yema de cinco huevos de paloma, mezclados con un denario de grasa de cerdo; o tomar en la comida gorriones o sus huevos". Si bien lo máximo para entonarse a tope era "el líquido procedente del coito del caballo y los testículos de caballo secos para que puedan ser diluidos en la bebida” así como “el testículo derecho de un burro bebido en una dosis proporcional de vino o atado en un brazalete". Vamos, el típico de lo que se come se cría. Como filtro amoroso, "un lagarto ahogado en la orina de un hombre inhibe el deseo sexual del que lo ha matado”. Y aunque más que afrodisíaco era curativo, quiero compartir con ustedes esta receta del Viejo: “genitales de un ciervo con miel para curar el no deseo por el sexo contrario”. Sobran comentarios.

Sí, el deseo sexual y comer pueden entretejerse. El aguacate, la canela, la miel, la avena o la nuez potencian porque proporcionan energía. El café, el alcohol o un exceso de grasas animales perjudican nuestra sexualidad. Lo que no falla es el postre propuesto por nuestro compañero Joaquín Pérez Conesa en su ‘Epistolario erótico gastronómico’: “Rodajas de mango verde con polvo de azúcar y sal, mermelada de pétalos de rosa y crema de chocolate con avellanas”. Y a chuparse los dedos y lo que haga falta.

Publicado en La Opinión de Murcia el 27 de agosto 2011

viernes, 26 de agosto de 2011

El ciclo de la controversia

Volvemos con el tema de la menstruación ante la insistencia de una lectora que asegura haber tenido un profesor que no dejaba a las menstruantes ponerse en primera fila, “decía que olían asquerosamente mal, que el olor a regla le revolvía las tripas; lo mejor de todo es que a más de una la obligó a ponerse al final del aula, tuviera o no de veras la menstruación. Prácticamente todas pasábamos por el aro por inconscientes pipiolas muertas de miedo a no aprobar su asignatura en la vida. He reflexionado mucho sobre esta injusta crueldad con la que nos trataba aquel señor, y sigo sin entenderlo. Todo el mundo decía que era homosexual, así pues… ¿qué más le daba la regla si no tenía mujer con la que compartirla?”.

Bueno, yo no sé las razones de este hombre para horrorizarse por algo naturalmente necesario para perpetuar la especie humana. Peor lo tenemos nosotras que hemos de pasarla mes a mes. Todo apunta a algún tipo de trauma, pues si nos pusiéramos nosotras a protestar por las miradas-repaso-baboseo que muchos hombres nos profesan por la calle sin disimular lo más mínimo, nos tildarían de locas.

Ya hemos hablado de mitos sobre las menstruantes, sobre supuestas actividades que no pueden realizar mientras se les desprende el endometrio. Unas vienen de muy lejos y son para partirse la caja, como la convicción de Alberto Magno de que las mujeres con regla desprendía por los ojos un vapor mortal; o Plinio, que aseguraba que en esos días la mujer podía provocar la esterilización de las semillas o la paralización y muerte de las abejas. En aquella época la ignorancia por una Ciencia en pañales les podía excusar. Hoy hay poca disculpa para quienes siguen creyendo que una mujer menstruante va dejando muerte y destrucción por donde pasa. Y en cuanto al olor, una buena higiene lo neutraliza. Ya tiene que estar la cosa muy pastosa y macerada para que se note.

Existen también mujeres que se sienten horrorizadas ante su menstruación, esto es así. Sólo si hay un problema de identidad sexual lo entiendo. Un gran porcentaje de la parte hetero la niegan y tratan de evitarla con métodos tan quiméricos como el de la ducha fría, que lo único que hará será retrasar la finalización del ciclo.

Publicado en La Oponión de Murcia el 26 de agosto 2011

¿Pervertidos?

“Hola que tal, soy Javi, para mí lo más excitante del mundo es una mujer en zapatillas, me refiero a zapatillas de casa, de las de la toda la vida. Me encanta el ‘spankink’ y el hecho de azotar y ser azotado. Pero incluso más que eso, lo que realmente me pone es una mujer en zapatillas, amenazante, dispuesta a quitársela para darme una buena tunda. Es más, el que simplemente lleve ambas zapatillas puestas ya para mí es excitante, aunque no la conozca de nada y no tenga ninguna intención de sacárselas para azotarme con ellas, además no me importa el físico ni la edad, todas son maravillosas...”.

Nuestro querido lector Javi, un habitual ya de esta sección, tiene a bien en insistir un año más en que hay gustos sexuales que muchos calificarían de perversión pero que en verdad no son más que situaciones cotidianas que algunas personas (muchas más de las que pudiéramos imaginar) convierten en una auténtica cantera de placeres. ¿Es malo? ¿Una desviación sexual, como se decía antiguamente? Llámenlo rareza, excentricidad, locura, pero no es más que fantasía. Todos llevamos alguna rondándonos las ganas, y entre ellas las de sometimiento tienen un gran éxito de público. Y como gusto de reiterar, mientras haya consentimiento y no corra la sangre, no hay por qué mirar mal estas prácticas fetichistas.

Dicen las malas lenguas que el escritor alemán Goethe gustaba de masturbarse mientras escribía, logrando así los orgasmos más intensos de toda su vida sexual. Hay empresas, como la ‘Celebrity Skin and Bodily Fluids’ que ponen a la venta orina, saliva y excrementos de famosos, entre ellos los de Jack Black o Robin Williams. No sabemos si las muestras serán reales, pero mucha gente los compra porque les pone. Como pone a muchos que les orinen o les excrementen encima durante una sesión de sexo no apto para escrupulosos.

Lo único que no se debe hacer es cometer el error de Carolina en la tercera cita con su último ligue, en la que justo cuando el muchacho se colocó sobre su espalda y nuestra lectora se sentara en su cara para que le fuera practicada una buena succión genital, dio rienda suelta a su pasión por la lluvia dorada que horrorizó al mozalbete, quien desapareció del mapa para siempre.

Publicado en La Opinión de Murcia el 25 de agosto 2011

miércoles, 24 de agosto de 2011

Alergia al sexo (3)

“Querida Olaya, respeto tus excéntricas creencias y que te haya salido la jugada tan bien con tu alergia al semen, pero resulta una ofensa para los que vivimos el infierno de no poder echar un polvo sin enfermar”. Héctor es de la opinión de que el amor, que es muy bonito, “no todo lo puede, es un mito delicioso pero perverso, porque te deja en modo absoluta-baja-de-guardia”, lo ideal para peligrosas transmisiones y consecuencias nefastas durante o tras hacer el amor a nuestro amor, que podemos ser nosotros mismos, porqué no.

Para el que crea que el sexo en solitario o con compañía no puede ser perjudicial para un hombre, chicos, Héctor tiene una mala noticia. Por desgracia, hay varones que por mucho que utilicen posturas seguras, sin equilibrismos ni bestialismos, por mucho que sus parejas los mimen, les hagan y deshagan las mieles del paraíso, acaban siempre fatalmente mal. Lo mismo si deciden darse un merecido homenaje a sí mismos. Ya pueden hacérselo como gusten, con la fuerza medida, al paso, al trote y al galope, que tampoco se librarán de pasarlo pero que muy ‘malament’ finalizado el evento lúdico-festivo.

Si la alergia femenina al semen es perversa, la Madre Naturaleza lo es más: hay hombres alérgicos a su propia simiente. El primer caso documentado data de 2002, Holanda, cuando un tipo andaba harto de enfermar de gripe cada vez que eyaculaba, al igual que Héctor. Que si fiebre, que si no podía subir dos escalones seguidos, los ojos inyectados en sangre. Mosqueado, como es lógico, se fue a ver a su médico, que en principio no se lo creyó. Menos mal que llegó Marcel Waldinger, de la Universidad Holandesa de Utrecht, y confirmó la horrorosa realidad: este hombre y otros que se atrevieron a salir a la luz padecían el síndrome post orgásmico, alergia a su propio semen, para simplificar.

La solución, sencilla: un tratamiento de hiposensibilización, vamos, que te inyectan en el brazo tu propio semen, de menos a más, hasta que los anticuerpos dejen de atacarlo. Es un poco asquerosillo, pero hombres de la Murcia profunda y de la superficial, no os avergoncéis de ser vuestros propios verdugos, porque como diría cualquier profeta que se precie, la solución está en vosotros. Qué le vamos a hacer.

Publicado en La Opinión de Murcia el 24 de agosto 2011