martes, 25 de agosto de 2009

Ángeles y demonios

Ángeles y Néstor son dos lectores que sufren trastornos opuestos o, para quienes no entienden amoralidades, dos maneras de vivir su sexualidad completamente dispares. A la primera no le molesta. Al segundo le vendría bien un podo de marcha a lo Lolita Flores. Veamos qué nos cuenta Ángeles: “Soy una de las ejecutivas más jóvenes del país gracias a mi preparación profesional pero también por mi gran talento vagino-coital. Sí, me he tirado a todos mis jefes... Aunque a mí siempre me gustó empezar desde abajo, no te creas, así que mi primer paso es observar y hablar francés (ya sabes...) [ya sé] con el/la recepcionista (me encanta la diversidad). No sabes la de información que te pueden proporcionar. De ahí salto al pelota, luego al que yo llamo jefecillo o mandao del ‘boss’ y, de ahí, a la cúpula. Alguna vez tuve que pasar por la jefatura de personal, pero tampoco me importó. Mis amigas creen que soy una (...), que debería acudir a Sexólicos Anónimos; no entienden que para mí es un placer sacar provecho a mis gemidos, mi cuerpazo y la pasta que me gasto en complementos. Creo que no hay nada que reprocharme porque además trabajo y muy bien”. ¿Alguna vez dejas que las emociones entren en tus relaciones sexuales? Mejor fuera del trabajo. Del resto sólo puedes reprocharte el engaño, si es que el/a otro/a esperaba algo más que un buen polvo sin malos rollos. Consentimiento y acuerdo deben estar siempre claros. Del otro lado Néstor parte de una demonización del sexo: “Es algo asqueroso, repugnante, huele fatal y siempre deja restos indeseados sobre el lugar de copulación. Para mí es como un castigo tener que satisfacer a mi vecina. Es bellísima, pero es que a mí sus largas piernas, pecho voluminoso y culo prieto no me ponen. Lo paso fatal entre sus muslos de gimnasio, de verdad”. Lo tuyo se llama anafrodisia, inexistencia total de líbido y sentimientos eróticos. Para desatar ese nudo mental que tienes te propongo una buena terapia sexual.



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