
Les suena a chino, ¿verdad? Pues no se equivocan porque de eso se trata, de las famosas bolas chinas (que en verdad tienen origen japonés… pero como los chinos todo lo copian…). Almudena es una gran fan de este juguete sexual que tanto placer y tantos beneficios proporcionan a la mujer y su vagina. Está tan acostumbrada a ellas que sus poderes relajantes a veces le juegan malas pasadas: “Desde que mi novio me propuso jugar al emperador y la geisha con una preciosas bolas de acero no puedo pasar sin sus placenteras vibraciones. A veces me relajan tanto que se me olvida hasta que las llevo”. Peligro. “A principios de mes Josema y yo decidimos viajar a Fez para ver a nuestro amigo Pedro. El día del vuelo, como cada mañana, me coloqué mis bolas. Me duché, desayuné, hice la maleta y nos metimos al coche rumbo al aeropuerto. Antes de pasar el control policial me metí al baño y me las quité para facturarlas. El viaje fue estupendo, como siempre que voy a Marruecos. Para la vuelta la misma operación: bolas, ducha, maleta. Cuando el ‘petit taxi’ nos dejó en la puerta de la terminal de Fez yo no me acordaba ni de Ben ni de Wa, y nos fuimos directos al control. Paso por el detector. Pi-pi-pi. Me quito el cinturón y unos dirham que llevaba en el bolsillo. Vuelvo a pasar. Pi-pi-pi. Una policía me pasa el aparatito por todo el cuerpo, y a la altura de mi vagina el maldito detector se vuelve loco. PI-PI-PI. Lo último que ellos podían imaginar es que yo llevara dos esferas orgásmicas allí metidas, así que me tomaron por una mula. Entre mi nulo inglés, mi francés puturrú y los nervios me costó un par de horas convencerlos de que no era ni coca ni bomba, y otra para explicarles su uso. No debí hacerlo tan mal porque decidieron quedárselas”. Los juguetes sexuales nos animan la imaginación, aumentan el placer y, a veces, nos hacen pasar vergüenza.
Imagen: http://www.flickr.com/Cartas: sexoalsol@hotmail.com
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