lunes, 24 de agosto de 2009

La maldición del anillo

En ocasiones nuestro sexo nos manda mensajes que nos empeñamos en no escuchar. Noemí no es de las que pasan, pero tampoco se para mucho a pensar. Lo sabe, lo ha visto, pero no se da la oportunidad de descifrar el recado. Veamos: “Llevo veintiún años casada con el mismo hombre. Salimos durante dos años en los que cada vez que lo veía o pensaba en él se me derretían el (...). Él tan creativo, con unas manos que no paraban de inventar. Yo súper receptiva, dispuesta a todo. Pero fue ponernos la alianza y todo se fue al garete. Pensé que necesitábamos un tiempo de adaptación, ya que podemos decir que fuimos novios al desnudo, cada encuentro acababa en fiestecita sexual.
Después sospeché que se había agobiado creyendo que tenía que portarse como un campeón cada noche. Tras cuatro meses y un sólo quiqui, ya me puse yo mosca. Como que me evitaba. Mucho jueguecito de palmadas en el culo y pellizco en el pezoncete, pero ya. Con una vez cada tres semanas creía que me tenía satisfecha. Malditos prototipos. Tener hijos no mejoró la situación. Me he auto complacido durante años. Compré mis jugueticos, y sólo gracias a ellos evito la atrofia vaginal y clitoriana. Cansada de esta situación, hace siete meses que le soy infiel a mi marido. Mi amante, el hombre de Correos, no me satisface demasiado, pero me pongo gravísima cada vez que lo veo... y no lo puedo evitar. ¿Es que el anillo de casada anula mis poderes sexuales o qué?
Amiga Noemí, es una pena que tu marido dejara su creatividad en el altar. Se trata de un error muy común. Puede que el cartero no te satisfaga una vez enfaenados por un pequeño sentimiento de culpabilidad o, sencillamente, porque no todos los funcionarios del sello cumplen con el mito. Te diría de probar con un fontanero, pues suelen estar muy en forma (elige bien), pero mejor prueba primero una terapia sexual con tu marido, el despertar de la bestia podría sorprenderte.



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