miércoles, 6 de julio de 2011

Acabar con el mito

Empernar, enterrar la batata, mojar el bizcocho, matraquear, ahorcar la gallina, remover el puchero, engrasar el ruleman, regar la margarita, tener trato carnal, pistonear, sacudirse el polvo, fornicar o, simplemente, hacer el amor. Es una de estas cosas que no nos distingue sea de donde sea que vengamos, pues allá donde concurran dos seres humanos existirá la necesidad de satisfacer las demandas corporales: comer, beber, respirar, evacuar, cotillear y, por supuesto, darle gusto. Lo bonito y lo curioso no está, pues, en el hecho en sí, más bien en cómo hacemos que el hecho se convierta en realidad. Y aquí sí que encontramos variedad, y en la variedad no está sólo el gusto, sino también el susto, pues si en algo se caracteriza el sexo llevado a cabo por el animal más racional de la Tierra es en la infinidad de mitos, ritos y cachivaches que llevan a muchos a consecuencias no deseadas e incluso a no disfrutar de lo que siempre debiera ser el gran placer de los placeres.

Es por eso que estos meses estivales de 2011 nos hemos propuesto curar a los Diógenes del sexo, para que tiren de una vez por todas a la basura esos inútiles consejos, creencias, fábulas y absurdas tradiciones que han ido recogiendo sin discriminación alguna para llenar la cabeza de basura carnal. Y para animar a los lectores que deseen saber, divulgar, consultar o destapar las leyendas más terroríficas sobre la intimidad genital, que a más de uno arruina lo que debiera ser un momentáneo encuentro con el paraíso de las sensaciones, tiraré la primera piedra en contra de esa absurda creencia que hace verdaderos estragos entre las primerizas: la primera vez, la del estreno, es imposible quedarse preñada. Falso, erróneo, una tremenda barbaridad ésta de pensar que al estrenar nuestra vagina tenemos una especie de precintado anti-espermatozoico que nos hace inmunes al embarazo. La fertilidad no depende de cuándo nos estrenemos en el arte amatorio, sino que es cosa de la maduración de nuestro aparato reproductor, lo que significa que en el caso de la hembra humana ésta es fértil entre los 15 y los 49 años, aproximadamente. Así que pimpollas del sexo, los anticonceptivos siempre a mano.

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