“La masturbación no es más que un mero premio de consolación”. Menudo mito. Esto es lo que se les dice ahora a los jóvenes para que no se toquen sus cosicas, pues aquello de que el Señor te castigará con un montón de granos concentrados en la cara ya no se lo creen ni los hijos de Flanders.
Sentir curiosidad por el cuerpo de uno sigue siendo un tema tabú relegado a perturbados, aún más el hecho de conocerlo bien y querer mimarlo como se merece. En épocas no muy lejanas, cuando Ismael era pequeño y este país nuestro se encerraba los domingos en el confesionario, las abuelas eran las encargadas de meterle el miedo en el cuerpo a los chavales advirtiéndoles de los peligros que tenía meter la mano entre pata y pata: “a los que se tocan les salen pelos en las manos”, o granos por todo el cuerpo, o se quedaban ciegos, les daban ataques epilépticos, se les torcía la herramienta o sufrían pérdidas de memoria. Todo esto a elegir.
La masturbación, para quien aún así lo crea, no es una práctica que lleven a cabo en exclusiva las mujeres inmaduras o desesperadas y los hombres más salidos que un pico-esquina. Se trata de una práctica sexual completamente sana, que no sólo no provoca ningún tipo de trastorno, sino que tampoco se necesita sufrir uno para disfrutar de ella. Si fuese así, estaríamos todos apuntados en la larguísima lista de espera para visitar al psiquiatra.
Es un gran misterio éste de por qué estimular los genitales en solitario les trae a muchos tan mal fario. Tener pareja y no haberse peleado con ella no impide que muchas mujeres sanas y felices disfruten con los chorros de la alcachofa de la ducha, ni que muchos hombres decidan tener sueños húmedos antes de dormir la siesta sin acompañante. Así que la masturbación tampoco es un placer del que disfruten sólo los hombres, ¿acaso se creen que nosotras vamos a renunciar a esta práctica sexual con la que jamás quedamos decepcionadas ni a medio camino? Recatadas, casadas, ayudantes en la eucaristía o el teléfono de la esperanza, madres ejemplares y jefas de boyantes negocios. Todas pueden disfrutarlo sin que nadie tenga que reprocharles nada.
Publicado en La Opinión de Murcia 21 julio 2011
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