Miles de millones son las horas que han dedicado los hombres y muchas mujeres en nuestro mundo para descubrir, contactar e intimar con el punto G femenino. Como si se tratara del Santo Grial, no sólo ríos de tinta han corrido hacia el camino al orgasmo supremo de la mujer, sino que las teorías y prácticas son tan numerosas ya que casi podemos decir que masajear la pared frontal de la vagina se ha convertido en pura costumbre sexual. ¡Y que no se pierda!
De esto sabe mucho Santiago, quien sin querer echarse flores, afirma que su novia está más que encantada con todas las cosas que le hace en la cama y fuera de ella. La tiene pero que bien contenta, pero ¿y ella, lo tiene contento a él? Veamos: “Le he hecho a mi novia todo lo físicamente posible para que experimente el mayor de los placeres cuando tenemos relaciones sexuales. No tardé muchas sesiones en dar con su punto G, y aunque de eso hace ya mucho, sigo flipando con sus gemidos y gritos. Tanto que, aunque me avergüence confesarlo, me reconcome la envidia tanto que hasta fantaseo con ser mujer para poder deleitarme como lo hace ella. Ojalá los hombres tuviéramos también un punto G”.
Estás de suerte, amigo Santiago, porque no sólo el Talón de Aquiles nos allega a hombres y mujeres, sino que además de los femeninos, los genitales masculinos gozan de un concreto punto que bien estimulado os lleva a vosotros también al máximo nivel gozo-sexual. Es increíble, brutal, súper-mega-orgásmico y más fácil de encontrar. Sólo un ínfimo problemilla: su localización geosexual. Te explico: para dar con él, debes empezar recostándote de espaldas con las piernas en alto. Masajea los centímetros que distan entre el final del escroto y el ano, pues por lo visto os produce mucho placer. Esto es para que te relajes. Disoluto por completo, debes insistirle a tu esfínter, y una vez que lo tengas convencido estarás preparado para ir a por el ansiado punto G. Llegamos al brete. Ponte un buen pegote de lubricante en el dedo e introdúcelo en el recto, pues cinco centímetros hacia el interior encontrarás tu Santo Grial en forma de pequeña protuberancia: tu glándula prostática. ¿Sabrás apartarte de los maliciosos prejuicios y disfrutarla?
Publicado en La Opinión de Murcia 27 julio 2011
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