Vivimos en una sociedad en la que la juventud está tan supervalorada como la inexperiencia. Sin embargo, en cuestión de sexo, lo de ser un escolar es lo peor que te puede pasar. Nuestra querida Claudia comparte los mismos desasosiegos que Juan Pedro, ya que tanto una como la mujer del otro están a punto de pasar por esa etapa tan temida llamada menopausia. Ahora, que cada uno de ellos lo expresa a su manera. “Mi mujer se me va a quedar seca en ná de tiempo, y aunque yo le juré fidelidad hace treinta y un años, no estoy yo muy seguro de poder cumplir cuando se le seque la fuente de la vida”. Muy poético. Claudia es más…: “me quedo sin mojete, Dios mío; con lo que me gusta a mí la tomatá, ¡mi vida dejará de tener sentido!”. Sí, parece que un poco desesperada está.
Calma, queridos. Si las mujeres, a eso de los cuarenta y tantos o los cincuenta y pocos, experimentan un bajón en su lívido, no es por culpa de la menopausia en sí, sino más bien por todos los factores externos que la rodean: la misma pareja desde hace muchísimas noches, los achaques de la edad y las pastillas para combatirlos; sí, disminuyen los estrógenos, pero sólo para producir sequedad vaginal que se combate con los maravillosos y divertidos lubricantes, usados entre muchísimos jóvenes para multitud de propósitos. El deseo sexual tiene más que ver con el coco que con las hormonas.
Tanto es así, que hay muchísimas mujeres, el ochenta por ciento según diversos estudios científicos, que ni se enteran de que han pasado la barrera de la fertilidad y siguen practicando y disfrutando tanto como cuando eran fecundas. Otro grupo no desdeñable de señoras la idea de no poder concebir las desata. Es entonces cuando se despreocupan por los gastos en condones, las pastillas y las posturas ridículas, el “me salgo que me corro” y demás corta rollos. Sí, se sienten liberadas, disfrutan como nunca y sus orgasmos son tan intensos e incluso más explosivos.
Dejar de ovular no obliga a renunciar al deseo ni a disfrutar menos, sí lo hace el menosprecio a las mujeres maduras, a la habilidad experimentada, al sexo bien ejercitado y a la sabiduría de tantas sábanas lavadas.
Publicado en La Opinión de Murcia 25 julio 2011
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