miércoles, 10 de agosto de 2011

Fingir no tiene género

“Mi marido es lo más negado que ha creado la naturaleza para complacer a una mujer salvo cuando se trata de dormir, ya que nunca ha roncado”. Nuestra amiga Rosa es una gran fingidora de orgasmos: “con tal de que deje de moverse cual gusano de seda buscando su hoja de morera, doy el grito indicador del ‘ya puedes dejarlo’ por mucho que en mi orificio se perpetúe una sequedad más alarmante que la del embalse de Cuevas de Almanzora”.

Como ella, miles de mujeres aceleran artificialmente la respiración, gimen un poquito, ‘¡ay dios mío, ay dios mío!’, una ligera convulsión, ojos desorbitados y ya, se acabó el suplicio. Sin embargo, de ese ochenta por ciento de maestras de la ficción muy pocas salen del armario para admitir que son incapaces de herir el orgullo macho-men de su tigre revelándoles lo poco saben de anatomía femenina. Una pescadilla que se muerde la cola, pues ellos no van a adivinar en la vida, por ciencia infusa, que no tocan la tecla adecuada. Y no digamos ya si se trata de una relación esporádica, donde el truco se usa para quitarse al muerto de encima lo antes posible.

Pero, ¿somos nosotras las únicas que perpetuamos la torpeza de nuestro sexo-acompañante mintiéndole sobre sus dotes amatorias? No chicas, por mucho que os hayan contado, los hombres también saben simular. Si bien el mito afirma que ellos con cambiar a modo erecto ya lo tienen todo ganado, la idea es absolutamente falsa.

De esto sabe mucho el sexólogo colombiano Alonso Acuña, sabedor por estudioso de que la erección, la eyaculación y el orgasmo en un hombre no tienen por qué ir a la par, por mucho que creamos que ese palito cuando le da por ponerse duro es incontrolable por su dueño. Los aliados principales de los fingidores de orgasmos son los preservativos. A ver si nos creemos que ellos no pueden convulsionar cuando les venga en gana. Al menos un trece por ciento de chicos lo admite, bien porque ya no son tan chicos y les cuesta pero que mucho eyacular, bien para hacer creer a la parienta que son capaces de correrse cinco veces seguidas sin descanso u ocultarle que tienen una amante: el semen para la madre, lo demás para la querida.

Publicado en La Opinión de Murcia el 10 de agosto de 2011

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