viernes, 12 de agosto de 2011

No somos reses, Rosendo

Rosendo anda muy despistado tras once años de abstinencia propia de su ya ex profesión, la de cura. Todos conocemos a alguna persona que tras tomar los hábitos o la sotana, pasado un tiempo, deciden volver a la vida laica, con todo lo que ello conlleva. En muchos casos, las experiencias sexuales anteriores a su completo compromiso con las normas de la orden en la que decidan profesar su fe son mínimas o nulas. Lógico, se supone que son almas muy creyentes, por tanto extremadamente cautas con los actos que según su religión les hacen caer en el mal pecaminoso.

Ergo, sus conocimientos sobre sexo y las normas sociales afiliadas son pobres de indigencia. Rosendo, que no se aparta de sus creencias pero desea entrar a formar parte de la sociedad sexualmente activa, experimentó algún que otro rollete antes de entrar al seminario con veintiún añitos. Las típicas miradas quinceañeras que acaban en beso y como mucho en chupetón. Eso es lo que entonces se estilaba: “había que dejar alguna evidencia como prueba material que convenciera a los amigos de que no nos estábamos tirando un farol al contarles que la tarde anterior, en la arboleda de detrás del instituto, nos habíamos besado con Fulanita, a lo que siempre se le añadían detalles tan lujuriosos como falsos. La mejor prueba, pues: un chupetón. A las chicas también les gustaba, se lo tapaban con discreción para luego enseñarlo a las amigas. En fin, que a mí personalmente, que pude colocar media docena de ellos, me ponía la succión pero que mucho. Claro, yo pensaba que a las mujeres, ya adultas, les seguía gustando, así que en mi primera y de momento única experiencia tras colgar los hábitos, le succioné repetidamente el cuello a una amiga de mi amiga Sole, y no sé por qué se puso súper borde y ahí me quedé, erecto y aún sin estrenar”.

Más allá de los dieciséis, ponerle el cuello a la pareja carnal como si se hubiesen pasado la noche tratado de cogerle una vía yugular sin éxito es uno de los mayores errores que se pueden cometer. Lo que hace gracia en la adolescencia, en la etapa adulta suele considerarse chabacano, vulgar. Olvídalo Rosendo, las marcas visibles no son sexys salvo si eres una res.

Publicado en La Opinión de Murcia el 12 de agosto 2011

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