domingo, 28 de agosto de 2011

Sexo, cuentos y gastronomía (1)

Comer y tener relaciones sexuales son dos de los mayores placeres vitales. Es sabido que a muchos y muchas el deseo por copular se le dispara tras el postre. Esto ya lo notaron y anotaron nuestros antepasados, quienes empezaron a pensar y luego a poner en práctica sus ideas sobre la relación entre lo que se come y lo que se chinga. Y no se pueden ustedes ni imaginar la cantidad de mitos a los que prendieron mecha y que hoy siguen quemando.

Si bien es verdadero que ciertos alimentos producen un subidón de la libido a quien tiene predisposición carnal, es absolutamente falso que otros muchos comestibles tengan los efectos mágico-absurdos que se les pretende. Ya intuyen que soy una fan de Gayo Plinio Secundo, el Viejo para los amigos, nacido veintitrés años después de La Crucifixión. Este hombre, en su extensísima obra 'Historia Natural' escribió cosas como: "Excita el deseo sexual del hombre tomar a sorbos, con miel, yema de cinco huevos de paloma, mezclados con un denario de grasa de cerdo; o tomar en la comida gorriones o sus huevos". Si bien lo máximo para entonarse a tope era "el líquido procedente del coito del caballo y los testículos de caballo secos para que puedan ser diluidos en la bebida” así como “el testículo derecho de un burro bebido en una dosis proporcional de vino o atado en un brazalete". Vamos, el típico de lo que se come se cría. Como filtro amoroso, "un lagarto ahogado en la orina de un hombre inhibe el deseo sexual del que lo ha matado”. Y aunque más que afrodisíaco era curativo, quiero compartir con ustedes esta receta del Viejo: “genitales de un ciervo con miel para curar el no deseo por el sexo contrario”. Sobran comentarios.

Sí, el deseo sexual y comer pueden entretejerse. El aguacate, la canela, la miel, la avena o la nuez potencian porque proporcionan energía. El café, el alcohol o un exceso de grasas animales perjudican nuestra sexualidad. Lo que no falla es el postre propuesto por nuestro compañero Joaquín Pérez Conesa en su ‘Epistolario erótico gastronómico’: “Rodajas de mango verde con polvo de azúcar y sal, mermelada de pétalos de rosa y crema de chocolate con avellanas”. Y a chuparse los dedos y lo que haga falta.

Publicado en La Opinión de Murcia el 27 de agosto 2011

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