viernes, 24 de julio de 2009

Riesgos y rasgones

El peligro de tener relaciones sexuales no está tanto en los embarazos no deseados cuanto en los accidentes con los que la pasión castiga a los genitales y zonas erógenas (esas que dan gustirrinín, para mis quinceañeras).
Reme solloza, desde Cabo de Palos, su particular maldición: “Estoy asustada de mí misma. Los chicos me huyen en los botellones y se susurran: mira, ahí viene la ‘quiebra-penes’. Y es que desde que comencé a tener relaciones sexuales, no hay chico que haya salido indemne tras meterse entre mis piernas, ¡a todos les parto el frenillo! ¿Será que mi amiga Pili me lanzó un mal de ojo cuando perdí la virginidad con su novio?”. Aunque lo cuenta en su extensísimo mail, no es de nuestra competencia analizar qué le hizo Pili a su novio sino que nos detendremos en esa pequeña tragedia que desencadenan los coitos con Reme.
Para quien no lo sepa, explicaremos que la fimosis es al glande lo que a nuestra cabeza una camiseta que no nos entra por la cabeza. Si tiramos y tiramos con todas nuestras fuerzas podemos: romper el cuello de la camisa, o bien estrangularnos si ésta entra pero ya no sale. Además de que si no entra la camiseta la cara estará siempre sucia, ya me entienden. Reme, amiga mía, lo tuyo debería ser visto como una bendición. Reme de Remedio(s). La culpa es de la genética y, por qué no decirlo, de buscarte a todos los principiantes de tu instituto. Te aconsejo que a partir de ahora mires la mercancía antes de comprarla, y si es necesario les cuentas la historia de Maruja, cuyo caso está igualmente relacionado con el prepucio (la camiseta, para entendernos). En el caso de esta lectora el problema está en su boca. “Mi novio ya no quiere que le practique felaciones desde que se me quedó el aparato de los dientes enganchado al pellejo y, al tirar un poco para desengancharlo, le hice un agujerico. ¿Qué puedo hacer?”. Pedirle perdón, ponerle un condón y a cruzar los dedos.

Imagen: www.flickr.com

Cartas: sexoalsol@hotmail.com

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