miércoles, 12 de agosto de 2009

Exploradores y aventureros

Entre los correos que me envían los lectores, siempre con nombres presuntos y orígenes dispersos, leo uno que introduce una temática realmente interesante, así como falsamente polémica por su mal uso ideológico y cultural a lo largo de los siglos. Nico es un explorador nato con ganas de experimentar sobre el cuerpo de su chica, quien no parece muy dispuesta a secundar las ansias aventureras de nuestro lector. Nos explica con pelos y señales, de las que sólo reproduciré las señales, su problema: “Le he pedido a mi novia muchas veces hacérselo por detrás. He oído por ahí que pone mogollón... pero Olivia dice que sólo accederá si ella me mete a mí primero un pepino por el (...) para que entienda cómo se va a sentir. ¿Debo aceptar? No es que me dé miedo que me duela, más bien me aterra que me cambie la voz y que comiencen a gustarme las tiras de cera y los discos de Alex Ubago”.
Amigo mío, hay mucho que cambiar en tu imaginario sexual y en tu manera de pedirle a tu novia incorporar a vuestras relaciones otras vías para obtener experiencias placenteras. Comenzando por el principio, te corregiré ese erróneo pensamiento de que el sexo anal es cosa exclusiva de las parejas homosexuales. Desde el principio de los tiempos la sodomía era una práctica lujuriosa en contra del único sexo posible: el reproductivo. Sin embargo, mucho tiempo después (el de hoy, vamos), sabemos que otros pueblos con raíz no judeocristiana la practicaron con naturalidad. Naturalidad, eso es lo que Nico necesita para plantear la cuestión. Te daré pistas: pon a tu chica una venda en los ojos, una música suave y hazle un dulce masaje concentrado en sus debilidades. Luego colócala en la postura más cómoda posible, mientras te pones un guante de látex y lubricante en un dedo. Susurrándole tus fantasías hazle un suave y no penetrante masaje en la zona anal. Y a partir de ahí, será lo que ella quiera. Luego vendrá tu turno, Nico.

Imagen: http://www.flickr.com/

Cartas: sexoalsol@hotmail.com

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