viernes, 28 de agosto de 2009

Nefasta mitología (II)

Qué fuera de este país con una buena educación sexual. Lo que gozaríamos todos, lo felices que seríamos. Jefes contentos por la mañana. Todos los lunes amaneceríamos con un placentero orgasmo. Esta fantasía me viene a la cabeza cuando escucho comentar que la menopausia es el final de todo. ¿Qué es todo? Vamos a ver, la vida no se reduce a los treinta, como piensa Clara, quien tiene una idea horrorosa, obsesiva y compulsiva sobre lo que le sucederá cuando le toque pasar su última regla: “Me gusta f..., es casi lo que más me gusta hacer. No imagino mi vida sin darle gusto a mi cuerpo. Mi madre, mis tías y todas sus amigas están ahora con los sofocos y las incontinencias. Dios, cada vez que pienso en que a mí también me tocará, que se me secará el (...), que perderé el interés por mi sexo... ¡no, no quiero!”. Querida lectora, como muchas de las cosas que nos suceden, la sintomatología durante los años de climaterio son, en una cuantiosa cantidad, psicosomáticas. Perdemos la menstruación, perdemos hormonas, perdemos la elasticidad disfrutada en nuestra primavera, perdemos lubricación natural y, sí, también algo de pipí. Puede haber sofocos y, como una causa de estos, insomnio.
Pero todo depende de cómo lo enfrentes. Puedes seguir el ejemplo de tu clan e inventar un problema para cada solución, o bien pensar en las múltiples opciones que tienes para seguir disfrutando del sexo en la madurez. Así lo ha echo Sara: “Mi marido creía que al perder la fertilidad yo no iba a querer saber nada de su pene. Así que se echó una amante. Yo me enteré poco después mi última menstruación. ¡Qué bendición! Perdí dos preocupaciones: el embarazo y un compañero egoísta. Paco, le dije, lo que me quita la libido no es la menopausia, sino llevar contigo cuarenta años. Hice mis maletas y me fui con Beltrán, quien siempre me supo amar”. Querer y desearlo es el principal ingrediente; y qué si hay que aderezarlo con lubricante.

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