viernes, 28 de agosto de 2009

Pura vida

Quisqueya era el nombre taíno de la República Dominicana antes de que españoles y franceses arrasaran el pequeño paraíso. Quisqueya es también el nombre de una lectora originaria del maravilloso país caribeño que vive en Murcia desde hace ocho años, en los que nunca ha dejado de sentirse presionada respecto a su intacta sexualidad: “Soy pediatra y tengo treinta y un años. En mi país somos tremendamente religiosos [del cristianismo en varias de sus versiones], así que creemos profundamente en la necesidad de que la mujer conserve su pureza hasta contraer matrimonio”. Con todo mi respeto, querida amiga: ¿no crees que el hecho de que el hombre no sea castigado por sembrar su semen en el inodoro (y mira que al dominicano le gusta sembrar en todos los huertos) es una clara señal de que os coartáis por nada?
“Desde que llegué a España no he dejado de recibir consejos de amigas, pacientes y hasta de algún jefe para que, como dicen ellos, deje de perder el tiempo y empiece a darle alegrías al cuerpo. Yo quiero regalar mi primera vez a mi futuro marido, mi hombre, el que me dará a mis preciosos Francesc y Diana. Me quieren convencer de que no es necesario estar enamorada para tener sexo con un hombre. Yo no quiero ser una cualquiera, pero empiezo a tener un cacao mental impresionante. ¿Soy una vaina reprimida?”.
No eres ninguna vaina, pero proyectas demasiado tu futuro incierto. Plantéate porqué le das tantísima importancia a tu himen, que como bien sabes es un remanente del desarrollo fetal y evita infecciones cuando aún somos inmaduras. Y ya. Mantener relaciones sexuales, acariciar y ser acariciada, sentir el calor por todo el cuerpo y gemir de placer no es cosa de ‘cualquieras’. No es obligatorio, pero ten claro que disfrutar no es lo mismo que banalizar. Además, hay un amplio abanico de sentimientos antes de llegar al amor. Tú decidirás cómo y cuándo, pero el momento te lo tienes que regalar a ti, no al que te destarre.

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