miércoles, 19 de agosto de 2009

Secretos inconfesables

Estoy encantada porque hoy contestaré a nuestra pelucona, ¿recuerdan?, aquella cuyo vello púbico jamás conoció la tijera, presuntamente, por culpa de su bisabuela. Asun quiere romper con la tradición familiar para darle una sorpresa a su novio. Él nos escribió harto por exponerse a la asfixia cada vez que trataba de practicarle sexo oral.
¿Por qué Asun no acude simplemente a una esteticista en lugar de pasar por los papeles? Yo me hice la misma pregunta que los lectores hasta que llegué a la segunda parte del correo de nuestra amiga: “Yo a Julián lo quiero con locura desde el día que nos conocimos. Cariñoso, atento, divertido, un amante increíble...”, nos hacemos cargo. “Por entonces ya tenía mi pelucón, pues bajo esta manta abrasadora (yo también he sufrido lo mío en la playa) escondía un secreto que estaba a punto de revelar a mi chico, quería compartir cada poro de mi piel con él”. Éste es uno de los errores más comunes. “En fin, que enamorados como babosas que estábamos, y el mismo día que yo me depilé por completo, me anunció que aquella noche íbamos a conocer a sus padres y a su hermano Miguel. “Luego te daré una sorpresa”, le adelanté. Llegamos a la casa de los suegros, nos sentamos en el salón y… ¡horror!, su hermano era mi gran secreto. Maldita casualidad. Resulta que yo había tenido una historia loquísima con Miguel y me tatué su rostro en el pubis. Cambié mi sorpresa por un repentino y virulento herpes. Ahora quiero contarle la verdad, pero no sé cómo”. Bueno, si no ha leído este artículo, mi consejo es que pilles otro misterioso herpes y lo aproveches para borrar, en la medida de lo posible, la cara de tu cuñado. ¿Por qué? Estáis bien, te llevas bien con tu familia política. Lo de Miguel está más que pasado y superado, ¿es realmente necesario que Julián tenga que ver la cara de su hermano cada vez que lo hacéis? La decisión, en cualquier caso, es tuya. Suerte amiga.



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