La línea que separa ‘pasárselo teta’ de ‘pasado de tuerca’ es realmente delgada, casi invisible, peligrosa y fácilmente rebasable. Tirarse de cabeza a la piscina, que es una actividad en principio divertida, puede tornarse en auténtica tragedia si usamos como trampolín el balcón del hotel, ¿les suena? Esto mismo sucede con ciertas sustancias a las que falsamente se les ha otorgado a lo largo de los años unos tremendos poderes afrodisíacos de los que carecen, y que muchos buscan desesperadamente.
El alcohol es una de esas sustancias. Hay quien se pimpla diez cervezas, tres chupitos y dos cubatas antes del acto y aún quiere quedar bien con la otra parte. Todo en su justa medida, señores. Como deshinibidor social unos sorbitos alcoholizados están muy bien, ayudan a soltar la lengua, afrontar conversaciones con personas a las que idolatramos y a alternar con gente nueva. Eso sí, en un contexto adecuado, nada de exhalaciones ebrio-apestosas en el supermercado o en las gradas de la piscina, desde la que solemos ver a nuestros hijos junto a otros padres divorciados.
Una vez que hemos logrado establecer contacto verbal, el alcohol deja de ser nuestro aliado. Si seguimos tomando, lo más lógico será que nos veamos en alguna de las siguientes situaciones: que se nos duerma la boca, comencemos a balbucear mientras un hilo de salivilla se escapa ante la horrorizada mirada de a quien queremos beneficiarnos y nos quedemos sin sexo; que a los cuerpos cavernosos del pene les dé por la destilería y la herramienta no se ice ni con grúa, con lo que tampoco habrá sexo; que perdamos sensibilidad en los genitales y reclamemos con insistencia sexo oral durante la media hora que el chaval lleva trabajando entre nuestras piernas sin que nos enteremos, lo que le cabreará y, claro está, ya no habrá más sexo por hoy; que la pérdida de sensibilidad y capacidad motriz frene la llegada del orgasmo y todo lo demás, con lo que adiós sexo; que no paremos de ir al baño por culpa de las propiedades diuréticas del alcohol, lo que cortará totalmente el rollo, nuestra pareja se dormirá y una vez más sin sexo. Todo esto sin contar las dolencias digestivas, los mareos, las pérdidas de consciencia. Ya sabe señora: cuidadín con la copita de vino.
Publicado en La Opinión de Murcia 30 julio 2011
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