miércoles, 6 de julio de 2011

Semen, una historia sospechosa (1)

Hablábamos el otro día de las mil y una propiedades, falsas en un 99,99 por ciento, de la bebida burbujeante más conocida en el mundo entero. Esos presuntos beneficios que van más allá del puramente ‘refrescorio’ se le atribuyen a muchas sustancias, orgánicas la mayoría de ellas, de las que se pregonan maravillosos resultados contra nuestros males más malignos, concentrados todos en una inquietante idea: el envejecimiento. La baba de caracol es una de estas sustancias milagro. Quién no ha visto el maravilloso y larguísimo anuncio de la crema corporal con baba de caracol: “la gente se dio cuenta de que los recolectores de caracoles tenían las manos extremadamente suaves y cuidadas”, dice el convencidísimo locutor al hechizado telespectador. Quita arrugas, pone elasticidad, quita sequedades, pone luminosidad, quita años, pone límites a la posibilidad de que te besen.

El caso es que hay un extracto en concreto al que, con el paso del tiempo y gracias a nuestras cabezas pensantes, se le ha colgado el sambenito de milagro contra las arrugas. Sí señora, el semen. Puede ser que alguna relucida a la que gustaba ver esas pelis porno en las que la chica se convierte en el blanco de cuatro o cinco pajilleros que la rodean y vierten sobre ella su ‘esencia’ (calificativo bastante cursi además de poco acertado), cayera en la cuenta de que la actriz porno tenía un cutis maravilloso, y claro, “eso tiene que ser por todo el semen que le corre desde la raíz del cabello a la barbilla”. El rumor se corrió, como no podía ser de otro modo, razón por la que Ramón nos escribe, incrédulo pero abierto a la posibilidad de tener una verdadera industria de la belleza en su aparato reproductor.

Te diré, amigo Ramón, que el semen, denominado en la Edad Media “inmundicia corporal”, tiene claras finalidades reproductivas, pero también sirve como un elemento más para erotizar las relaciones sexuales y poner en práctica juegos y fantasías. Su contenido proteico tampoco puede negarse, pues numerosos estudios científicos lo corroboran. Cierto es también que ya se usa urea y placenta humanas para confeccionar cremas anti-arrugas. ¿Por qué no se ha usado aún el semen para crear uno de estos potingues rejuvenecedores? Quién sabe si no hay ahí un negocio anti-crisis o un mero bulo.

Publicado en La Opinión de Murcia el 02 de julio 2011

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