¿De dónde saca la gente este tipo de información?, me pregunto cuando leo algunos de los correos que me envían los lectores. María Elena quiere saber si es cierto que “las mujeres vírgenes viven durante más años que las que no lo son”. Eso le decía sin descanso su abuela, una mujer que murió a los ciento un años. Dónde hubiese llegado de haber sido virgen.
A mí esto me suena más a treta para evitarte un embarazo adolescente que otra cosa. Lo que no sospechaba tu abuela es que a tus cuarenta y tres años aún no te has atrevido a romper tu himen por miedo a precipitar tu desvanecimiento. Jamás escuché que nadie muriera por tal causa, pero sí es cierto que en la antigua Grecia se inventaron a la diosa Artemis, cuya virginidad trató de preservar por todos los medios su hermano gemelo, Apolo. Con el mito de esta diosa lo que se trataba de transmitir era la idea de que la pérdida de la virginidad era una forma oculta de muerte lenta. A la perpetuación de esta idea colaboró una anciana británica, Clara Meadmor, quien en 2008, al cumplir ciento cinco años, aseguró que su secreto no era otro que haber mantenido su vagina intacta, impoluta, impenetrada por todo ese tiempo. Así lo aseguró también el ucraniano Grigori Nesto, quien vivió ciento dieciséis años y nueve meses “gracias a la privación del sexo”, según afirmó, ya que consideraba la práctica sexual “letal para el ser humano”. Una gran pareja.
Yo soy más de la creencia de que la vida misma es la que te mata lentamente, y que mantener relaciones sexuales consentidas nos da mucha vidilla. Eso sin contar con las enfermedades de transmisión genital, claro. Sin embargo, expertos científicos cuyos nombres nunca se revelan en este tipo de noticias, afirman que al no eyacular, el semen es absorbido por el organismo, al que pasan un sinfín de nutrientes (lo que en China se conoce como ‘huan jing bu-nau’: retornar el semen para nutrir el cuerpo), hecho que proporcionaría salud y longevidad. No explican qué es lo que absorbe el cuerpo para nutrirse tanto y tan bien en el caso de la señora. Yo, desde luego, no estoy dispuesta a descubrirlo, ¿y usted?
Publicado en La Opinión de Murcia 9 julio 2011
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