jueves, 18 de agosto de 2011

Reclutamiento

Cuantas abuelas habrán contado aquella historia de Lili y Pancho, a quienes en momentos de celo agudo les tiraban cubos de agua bien fría para ver si dejaban de parecer siameses que se arrastraban el uno al otro de la caseta al comedero y de ahí a la gatera de Milú tras copular. Sí, Milú se llamada el perro de Tintín, pero es que a mi abuela le gustó para su gato.

Esta solución casera, que nunca lograba su propósito y provocaba entre los canes horribles aullidos, es la que pusieron en práctica Sócrates y Mabel cuando, tras una sesión de sexo que califican de espectacular (aunque no sé yo si tanto como lo que vino después) descubrieron con desagrado y bastante dolor que no era posible retirar el pene de la vagina. Sócrates se acordó se su abuela, Mabel se agarró con piernas y brazos a su novio y como pudieron se metieron en la bañera y desenroscaron la llave azul. “¡Menudos gritos! No sólo quedó todo en su sitio sino que mi novia apretó más su vagina y yo hice lo que pude por no desmayarme allí mismo del dolor.

Es importante entender que por mucho que los mamíferos estemos todos metidos en el mismo saco por esto de tetar, no significa que nuestros cuerpos, de reacciones parecidas, utilicen los mismos mecanismos. Para empezar, y según leo en una revista veterinaria, los perros tienen un hueso en el pene, así que la erección la tienen ganada de antemano. Segundo, cuando penetran los dos bulticos que tienen en la base del asunto se hinchan, impidiendo que salga absolutamente nada de la vagina de la hembra, en plan “hasta que no te preñes no te suelto”. Por lo tanto, y por lo visto, es muy común ver a dos perros culo con culo, ahí, esperando, con las orejas gachas y sin mover ni una pestaña.

Entre los humanos es algo bastante raro y por causas muy distintas. La ‘culpa’, en este caso, es de una contracción involuntaria y prolongada de la vagina. La solución más comentada: introducir con mucho tanto y lubricante un dedito por el ano de la muchacha, lo que por lo visto provoca una instantánea dilatación de la opresora y ahí es cuando hay que aprovechar para liberarse.


Publicado en La Opinión de Murcia el 16 de agosto 2011

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