“Yo no sé si a los demás les pasa lo mismo, pero a mí el calor me aplatana de una manera que no hay quien me haga hacer ningún tipo de esfuerzo físico de día, y de noche, con las que nos están cayendo por esta tierra nuestra, la cosa tampoco mejora. Claro, mi marido es de los que piensa que el verano activa las ganas de darle a la mandanga, pero yo disfruto más entre el invierno y la primavera, cuando uno se puede arrimar al otro sin abrasarse, sin tener que parar cada cinco minutos para mojar una garganta que echa espuma de la sed, tanto gemido, tanga plasta empalagosa en el paladar…”.
“Que sí, que se ven por la playa a unos tíos de gimnasio que quitan el sentío, y no se me escapa que mi Martín se relame cuando ve esos culitos aún prietos dando salticos frente a la red de voleibol. Sin embargo, fantasear no agota”.
Es curioso, querida amiga Lucía, los comentarios que haces sobre las preferencias que tu marido y tú tenéis por las estaciones a la hora del apretujamiento. Justo lo contrario a lo afirmado por mi admirado Plinio, según el cual y para su época “los hombres sienten un deseo sexual más fuerte en invierno y las mujer, por contra, en verano”. Puede que el cambio climático de entonces les ofreciera a los contemporáneos del Viejo inviernos calurosos, no sé.
El caso es que son numerosos los comentarios de los lectores sobre esta creencia, y casi todos, como Lucía, admiten que si no se trata de un calentón ‘vesubial’ les cuesta ponerse con el ‘tiqui-taca’. Concluyo pues, que en verano se liga más pero se chinga menos; o bien que chingan más los encuentros casuales que las parejas que ya se veían sus cosicas en invierno.
Sí, el calor amilana, y sí, a muchos nos gusta más el invierno-primavera-otoño para ciertas cosas, pero todo tiene solución: en invierno, la manta, y en verano el hielo, que da mucho juego, ventilador y fruta fresca para aquellos que se hayan decidido a recurrir a la gastronomía para activar todo menos el tracto intestinal. No vean lo bien que se sienta una sandía recién salida de la nevera sobre una bandeja de poros agradecidos.
Publicado en La Opinión de Murcia el 28 de agosto 2011